CARTA MÚLTIPLE A mis colegas de la Clínica Guerra Mendez

CARTA MÚLTIPLE

A mis colegas de la Clínica Guerra Mendez

 

¿Qué se fizo Meruso, el marrullero?

debe sentirse muy “desguañangado”,

porque su voz de líder callejero

ya no levanta al populacho hambreado.

Y aquel viejo cardiólogo y poeta,

de blusa clara, de nevado pelo,

que porta de Labarca la lanceta

que le clavó en el pecho al Maquiavelo.

El Gran Conquistador, ¿qué pito toca

en esos “golpes” del Arrechedera?

¿Le habrán tapado con pastel la boca?

o está pasando -triste- la dentera?

Y el laboratorista, el truchimán

que maneja la mierda sin escrúpulo,

debe de estar con un churión mayúsculo

soñando con presillas y dormán…

¡Oh mi noble compadre Chevassy!,

bastión de la lealtad y la constancia,

en él no merma tiempo ni distancia

el gran cariño que me tiene a mí.

¿Y mi otro compadre, el más tontejo?

¿Por qué mentar lo que sabemos todos?

Vuelvo a hallarlo metido en el Concejo

¡y embarrado de masa hasta los codos!

Al Octavito que me grita: “Viejo”,

ultrajando mi agreste juventud,

le recomiendo que se lea El Talmud

y le haga una visita a Castroviejo.

Y Domingo, de mechas relucientes

como las de un Don Juan arrabalero,

por respeto a la Clínica y los clientes

deben rasparlo para el basurero…

Vanle a Jotajota, – para que no diga -:

un pájaro blanco con la camburosis,

un cotorro sucio con mal de barriga

y un guaco amarillo con electorosis.

Aquel señor de timbre y timbales,

sereno, erguido como roble en llano:

¿Tiene entre ustedes míseros rivales?

¡Nunca, jamás, Sigala es el Decano!

El Curita Añez, de líneas cuadradas,

¿síguese creyendo locuaz y chistoso?

Mándelo a la porra con sus babiecadas

o a dormir niñitos que es menos pavoso.

Cuesta, el director de la mesnada,

¿adónde va con cautelosos pasos?

Le está comiendo el queso a la tostada

y hacerle deben sus siquitrillazos.

De mano Chencho, ¿qué no les diría?

es polifacético, ejerce a su modo…

Al especialista, que espera y confía,

Los clientes, la arepa… ¡se lo lleva todo!

Y Teodoro, el tercio de las “espantadas”,

¿Cuándo de aventuras nos pasa su rollo?

Que quite a la gente las gafas ahumadas

a ver si no caen en el mismo hoyo…

A los camaradas Juan Daza y Otero,

Que duro se fajan como un par de bueyes,

Hay que recordarles que no existen leyes

Que al médico obliguen a ser jornalero.

El gordito Gutiérrez Oropeza,

el coco amarillo de los muchachitos,

¡debe recetar en tanta pobreza!

en vez de los sueros caldos de curitos.

A Suárez Tamayo y a Jesús María,

expertos en nauseas, vómitos- qué asco!-

les va un señorón, de gran plus valía,

tal vez lo convenza que deje el tabaco.

Para los colegas que han cerrado fila

con esos viejitos de anticuada ola,

les ofrezco el miche que hay en mi mochila

de recio llanero, cantor de chipola.

Le traigo a Lulú, gallarda y gentil,

del gran Instituto la rosa más pura

la gracia radiante de un cielo de abril

y las azucenas que da mi llanura.

El doctor Giménez que no cause enojos

la ofrenda que dejo a su noble esposa:

Las rosas son rosas, y postran de hinojos

al que las ofrece a mujer hermosa.

Y, para despedirme, a mi hijo Antonio,

le doy este consejo de “perlita”:

Si te vuelve a tentar algún demonio

haz lo de Palemón, el estilita.

Posdata

A Luis Zapata, sincero pedevista

Frente al cardumen de los tiburones

que le rondan, mucho ojo, mucha vista,

Porque a la hora de la verdad, ni nones.

Vale, Pedro Rodríguez Ortiz

Valencia, 1.961

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