A Perucho el día de su funeral

A Perucho

a mi hermano querido Pedro José Rodríguez Cirimele

Fotografía tomada por Claudio Fabián Rodríguez Álvarez

 el día de su funeral

Era un mañana gris, algo fría

el sol la pinceló de luz con timidez,

era el amanecer triste de tu despedida

y me dispuse a seguirte por una última vez.

Sobre el paisaje, el oro difuso del sol naciente

ya no coloreó con alegría su lienzo azul,

pues con tristeza inmensa y muy reverente

tapó al cielo con bruma, cual diáfano tul.

Recordé entonces muchas de tus canciones

cuando con pesadumbre cargué tu ataúd,

y comprendí entonces que te llevaste tus sones

porque fuiste llamado, a cantarle a La Luz.

Cuando escolté en silencio tu cortejo

se agolparon en mi mente tus recuerdos,

escuché los acordes de tus canciones

tu conversa y tus prudentes consejos.

Quisiera de nuevo estar a tu lado

para oirte cantando esas estrofas hermosas,

que al rasgueo de tu guitarra viajera

dulce entonabas con voz melodiosa.

Cuantas veces en tu fuero

de padre recto, que así ejercías,

te olvidaste que éramos hermanos

y como a tus hijos, me bendecías.

Vi las nubes besando la tierra

sobre las colinas lejanas de tu camposanto,

y la pradera verde y sola, que arroparía tu cuerpo

que por tu recuerdo hermano, humedecí con llanto.

Sentí la caricia dulce de la brisa fría

peinando la planicie verde a tu alrededor,

ella se llevó el perfume de tus flores para la lejanía

dejando en mi alma soledad y dolor.

Una lluvia helada que nos empapó a todos

se atrevió con timidez a humedecer tu cofre,

eran lágrimas de vida de tu cielo amado

para recordarte siempre, para saludar tu noche.

O a lo mejor era el llanto de tu querida tierra

quien amorosa también te despedía,

queriendo besar tu frente con lágrimas de agua pura

para abrazarte siempre, al saber que partías.

Un bolero cantado con sentimiento y dolor

resonó en tu sepultura por una ultima vez,

fué homenaje sincero de tus parientes amados

para que te lleves sus notas al fin de tu vejez.

Se enmudeció la guitarra y ya no hubieron mas versos

escuché el silencio de tus canciones que las llevó el viento,

las que siempre cantabas para tus amigos dilectos

con vibrato dulce y cargadas de sentimiento.

Y vi a esa tierra que amaste, cubrir tu cuerpo cansado

y quise por siempre abrazarte antes de irme,

porque fuiste hermano, fuiste padre esmerado

el amigo que brindó siempre, su mano firme.

Cuando el inmutable destino señale que mi tiempo ya terminó

en un recodo del camino, escucharé tu canto que no ha callado,

enredando boleros en algún balcón olvidado, escucharé tu voz

entonces por siempre, me reuniré contigo para cantar a tu lado.

Hasta siempre, tu hermano Carlos Rodríguez Falcón
Barquisimeto, 23 de junio de 2011
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