A Perucho
a mi hermano querido Pedro José Rodríguez Cirimele
el día de su funeral
Era un mañana gris, algo fría
el sol la pinceló de luz con timidez,
era el amanecer triste de tu despedida
y me dispuse a seguirte por una última vez.
Sobre el paisaje, el oro difuso del sol naciente
ya no coloreó con alegría su lienzo azul,
pues con tristeza inmensa y muy reverente
tapó al cielo con bruma, cual diáfano tul.
Recordé entonces muchas de tus canciones
cuando con pesadumbre cargué tu ataúd,
y comprendí entonces que te llevaste tus sones
porque fuiste llamado, a cantarle a La Luz.
Cuando escolté en silencio tu cortejo
se agolparon en mi mente tus recuerdos,
escuché los acordes de tus canciones
tu conversa y tus prudentes consejos.
Quisiera de nuevo estar a tu lado
para oirte cantando esas estrofas hermosas,
que al rasgueo de tu guitarra viajera
dulce entonabas con voz melodiosa.
Cuantas veces en tu fuero
de padre recto, que así ejercías,
te olvidaste que éramos hermanos
y como a tus hijos, me bendecías.
Vi las nubes besando la tierra
sobre las colinas lejanas de tu camposanto,
y la pradera verde y sola, que arroparía tu cuerpo
que por tu recuerdo hermano, humedecí con llanto.
Sentí la caricia dulce de la brisa fría
peinando la planicie verde a tu alrededor,
ella se llevó el perfume de tus flores para la lejanía
dejando en mi alma soledad y dolor.
Una lluvia helada que nos empapó a todos
se atrevió con timidez a humedecer tu cofre,
eran lágrimas de vida de tu cielo amado
para recordarte siempre, para saludar tu noche.
O a lo mejor era el llanto de tu querida tierra
quien amorosa también te despedía,
queriendo besar tu frente con lágrimas de agua pura
para abrazarte siempre, al saber que partías.
Un bolero cantado con sentimiento y dolor
resonó en tu sepultura por una ultima vez,
fué homenaje sincero de tus parientes amados
para que te lleves sus notas al fin de tu vejez.
Se enmudeció la guitarra y ya no hubieron mas versos
escuché el silencio de tus canciones que las llevó el viento,
las que siempre cantabas para tus amigos dilectos
con vibrato dulce y cargadas de sentimiento.
Y vi a esa tierra que amaste, cubrir tu cuerpo cansado
y quise por siempre abrazarte antes de irme,
porque fuiste hermano, fuiste padre esmerado
el amigo que brindó siempre, su mano firme.
Cuando el inmutable destino señale que mi tiempo ya terminó
en un recodo del camino, escucharé tu canto que no ha callado,
enredando boleros en algún balcón olvidado, escucharé tu voz
entonces por siempre, me reuniré contigo para cantar a tu lado.